Tsta es la muy admirada ópera prima de la directora georgiana Dea Kulumbegashvili, parte de la selección oficial de la cancelada del año pasado Festival de cine de Cannes, donde bien podría haber sido un tema de conversación de cine de choque si el evento hubiera seguido adelante. Está coproducida por el cineasta mexicano Carlos Reygadas, cuya influencia es muy evidente, y la película en su conjunto es una experiencia intensamente curada y controlada. Se trata de una sucesión de inquietantes cuadros, rodados principalmente desde posiciones fijas de cámara en los que la acción relevante puede estar ocurriendo muy lejos, y uno de los ponentes puede estar fuera de cámara durante largos ratos: un cine al más puro estilo Haneke, Farhadi y Kiarostami.
Yana (Ia Sukhitashvili) y David (Rati Oneli, el coguionista) son una devota pareja de testigos de Jehová con un niño que presiden una casa de oración recién construida en una comunidad remota. Cuando una reunión religiosa es bombardeada por lugareños intolerantes, David presenta una queja oficial a la policía (igualmente intolerante) sobre su marcada falta de esfuerzo o interés en encontrar a los culpables, y viaja a Tbilisi para discutir asuntos con los ancianos de la comunidad. Mientras tanto, Yana se queda atrás y es amenazada y asaltada por alguien que dice ser policía.