Todo comenzó hace unos 10 años, cuando un periódico holandés describió a la ciudad belga de Charleroi como “la ciudad más fea del mundo”:
La ciudad belga de Charleroi, tras el colapso de la industria y la falta de recursos financieros, se quedó sola. Los trenes también han dejado de funcionar en esta parte del país.
Charleroi, una ciudad de 200,000 habitantes a solo 64 km al sur de Bruselas, es conocida por sus urbanizaciones y fábricas en ruinas. En la ciudad predominan las fábricas abandonadas y los restos de aviones, no hay gente en las estaciones y hay mucho grafiti.
Según un informe de la organización humanitaria Maptia, que se preocupa por el mundo que nos rodea y se centra en los problemas, dos alcaldes de la ciudad tuvieron que dimitir recientemente tras verse envueltos en escándalos financieros.
Se diseñaron de dos a cinco líneas de metro para dar servicio a la ciudad y nunca se completaron. Las estaciones vacías ahora sirven como caldo de cultivo para vándalos, autoproclamados grafiteros y drogadictos.
A pesar de estas imágenes de la ciudad, el pasado se veía diferente. Las industrias del carbón y del acero en esta ciudad fueron objeto de envidia industrial en Europa. Bélgica tenía la segunda red ferroviaria más larga del continente después de Gran Bretaña. Pero en la década de 1990, la escasez de carbón y acero marcó el principio del fin, y la crisis financiera golpeó con fuerza.
Sin embargo, hubo un giro
Todo comenzó hace 10 años, cuando un periódico holandés describió la ciudad como “la ciudad más fea del mundo”. A la gente del pueblo tampoco le gustó, y no querían admitirlo. Otros medios de comunicación se sumaron a la persecución, y los escritos sobre la ciudad deprimida crecieron día a día.
Sin embargo, como dice el viejo refrán, “todo anuncio es un buen anuncio”, los turistas después de algunos textos malos sobre la ciudad comenzaron a venir a visitarla.
Los lugareños los recibieron listos. Decidieron usar el momento y el “epíteto” de su ciudad y lo usaron, así empezaron a desarrollar una especie de turismo exótico y absurdo.
El antiguo pueblo fantasma ahora está más “vivo”, las zonas peligrosas ahora son caminos peatonales más mansos, las calles tienen nuevo asfalto, se han comenzado a construir edificios y centros comerciales.
El artista local Nicolas Buisart organizó un “safari de la ciudad”, que llevó a los invitados a las fábricas de metal vacías, caminando con ellos por la calle más deprimida de Charleroi. Las fábricas abandonadas sirven como plataforma que da una vista amplia de la ciudad.