Por Nathan Morley
El domingo, una unidad de la policía forense francesa llegó a la capital libanesa para comenzar a trabajar en una investigación sobre la explosión. Al mismo tiempo, un enviado estadounidense también aterrizó en Beirut para ayudar con la investigación de la explosión del 4 de agosto que mató a más de 170 personas e hirió a miles.
La causa real del incendio que encendió toneladas de nitrato de amonio aún no está clara.
Los buzos franceses ya exploraron el cráter submarino creado por la explosión y tomaron muestras de explosivos.
Mientras tanto, en la sección del puerto que no sufrió daños, los trabajadores descargaban trigo. A principios de semana, el Programa Mundial de Alimentos dijo que 17,500 toneladas métricas de harina de trigo y un suministro de trigo para tres meses están en camino al Líbano.
En un acontecimiento separado, las Naciones Unidas lanzaron un llamamiento por 565 millones de dólares en asistencia para el Líbano.
El dinero se utilizará para los esfuerzos de reconstrucción.
Najat Rochdi, coordinadora humanitaria de la ONU para el Líbano, dijo: “La tarea de reconstruir la vida de las personas y recuperarse de la devastación apenas comienza”.
Incluso antes de la explosión, el Líbano sufría una profunda crisis económica y luchaba por hacer frente a la pandemia de coronavirus. El país registró niveles récord de desempleo, un crecimiento lento y tiene uno de los índices de deuda más altos de todo el Medio Oriente.
La semana pasada, líderes internacionales participaron en una conferencia virtual de donantes prometiendo casi 300 millones de dólares en asistencia humanitaria que se entregarán directamente a las personas a través de las Naciones Unidas, organizaciones internacionales y ONG.