Biólogos alemanes han demostrado que se pueden encontrar rastros de cientos de especies de insectos que alguna vez estuvieron en contacto con la planta en una sola bolsita de té, informa Naked Science.
Los insectos no forman parte de la cocina tradicional de los pueblos de Europa y Rusia. Sin embargo, los residentes locales los comen involuntariamente y constantemente, incluso junto con la bebida caliente más popular. Biólogos alemanes han analizado el ADN "ambiental" (ADN ambiental, eDNA), del cual se encuentran trazas en bolsas de té normales. Se las arreglaron para encontrar los genes de miles de especies de insectos, y en cada bolsa individual, cientos. Los científicos escriben sobre esto en un artículo publicado en el nuevo número de la revista Biology Letters.
eDNA, que se puede aislar de una variedad de objetos ambientales, sirve como una herramienta conveniente para monitorear los ecosistemas locales. Incluso se puede capturar desde el aire para, por ejemplo, conocer la composición de especies de los insectos locales, determinar la presencia de ciertos roedores en un agujero o incluso personas en una habitación. En un nuevo estudio, Henrik Krehenwinkel y sus colegas de la Universidad de Trier en Alemania encontraron eDNA en bolsitas de té normales.
De hecho, para que el ADN de un insecto permanezca en una hoja, a veces es suficiente que un insecto la muerda. El ADN se destruye rápidamente con la luz ultravioleta al sol y se lava fácilmente con agua, pero las hojas de té trituradas pueden retenerlo durante mucho tiempo, hasta el momento en que el ADN entra en la taza. Los científicos se convencieron de esto al descubrir que, además de 100-150 miligramos de té, en una bolsita comprada en una tienda cercana, hay fragmentos de ADN dejados por cientos (hasta 400) especies de insectos. En todo el conjunto de muestras se han identificado rastros de ya miles de especies.
El propio Henrik Krehenwinkel admite que prefiere el café al té, y los granos de café se tuestan, durante los cuales se descompone el ADN. Sin embargo, la tarea de los autores no era demostrar la “contaminación” del té. Confían en que un enfoque similar nos permitirá analizar muestras de plantas que se conservan en herbarios antiguos y descubrir mediante eDNA qué insectos las rodeaban en ese momento. El mismo trabajo se puede hacer para las plantas modernas en el campo. Estas “evidencias” ayudarán a conocer la composición de las comunidades asociadas con diferentes plantas y ecosistemas, y rastrear sus cambios a lo largo del tiempo.