Aspecto teológico
Los obispos orientales, partidarios del partido semiarriano, la mayoría de los cuales fueron miembros del Concilio de Philippopolis en 343 con los supremos foros eclesiásticos posteriores, expresan precisamente el conservadurismo preniceno hostil al término “omousios”, una innovación incluida en el credo. el Concilio Ecuménico. Esta es una de las principales razones y explicaciones de la alta intensidad de los concilios de la iglesia en el siglo IV debido a las muchas herejías antitrinitarias y falsas enseñanzas, en particular las enseñanzas de Arrio y sus derivados. Las herejías parecen multiplicarse, lo que a su vez multiplica la convocatoria de ferias a favor y en contra, cada una de ellas.
Entre los obispos reunidos en Philippopolis, muchos procedían de la coalición euseviana. Para los seguidores de Eusebio de Nicomedia, ya no había problemas teológicos con Arrio después de que regresara del exilio con el permiso del emperador. Constantino I a costa de un religión en el que se excluyeron sus puntos de vista más extremos. El postulado principal de su doctrina era la visión semi-arriana de que el Hijo tenía una sustancia similar a la sustancia del Padre (omiusios) contraria a la visión de los ecianos /en nombre del diácono antioqueño Aecio, quien revivió el arrianismo clásico/ y los Eunomios/ epi en el nombre de Euphnius. Kizik in Moesia/, según el cual no se puede aceptar ninguna noticia sobre la cuestión de la sustancialidad del Hijo, porque el Hijo es de una sustancia completamente diferente de la del Padre /heterousios/ y es un anomios de Su Padre. Acacio de Cesarea es un representante del arrianismo clásico puro con su talento y erudición. Se le conoce como líder del partido euseviano en una serie de concilios: en Antioquía /341/, en Filipópolis /343/, en Milán /355/, en Antioquía /358/. En los sínodos de 359 y 360, respectivamente en Seleucia y Constantinopla, se convirtió en el progenitor de una nueva rama sectaria – la de los acacios (cf. Dictionnaire de Theologie catholique – DTC, Fasc. II, P., 1909, col. 290 ). Estos últimos predicaban puntos de vista semi-arrianos, adhiriéndose al término “omios”, en el sentido de similar, de donde proviene el otro nombre con el que son conocidos en la historia de la iglesia “omians”. El término técnico “omios” significaba semejante al Padre no en la sustancia, sino que se refería a una semejanza en la voluntad (cf. DTC, Fasc. II, P., 1909, col. 290-292; Lacan M.-F., Petite Encyclopedie Religieuse, Fayard, París, 1973, p. 163). Los jefes de muchos obispos episcopales antiguos en Tracia (la Regla 6 del Primer Concilio Ecuménico determinó cinco provincias en Tracia con la capital Heraclia o Heraclea, Heraclia, con su propio metropolitano, y Balsamon en la interpretación de la Regla 3 del Segundo Concilio Ecuménico testificó que desde la antigüedad el obispo de la ciudad de Bizancio -Bizancio fue nombrado por el metropolita tracio hasta la adopción de este canon, con el que se equiparó en ventajas y honor con el obispo romano) en la actualidad Bulgaria se encuentran entre los firmantes de las decisiones del Concilio Oriental en Philippopolis (uno de los primeros centros cristianos primitivos y un asentamiento episcopal no solo en el territorio de la actual Bulgaria, sino también en el mundo): Ep. Eutiquio de Filipópolis (+ ca. 347), sucesor del discípulo de San Pablo Apóstol – San Apóstol Hermas /cf. ROM. 16:14/, uno de los 70 apóstoles de Cristo; ep. Demófilo de Beroe (ahora Stara Zagora), sucesor del primer obispo, alumno de ap. Pablo, Carpa /cf. 2 Tim.4: 13/; en Odessos (ahora Varna) y en la ciudad tracia de Heraclea el primer obispo fue el discípulo apostólico mártir. Amplius / cf. ROM. 16: 8/, de donde toman parte y firman la Encíclica Oriental de Philippopolis, ep. Teodoro de Heraclea (de ahí el obispo arriano Sabino de Heraclia, que nos dejó la valiosa fuente del siglo IV para los concilios de los arrianos “Sinagogas de los Concilios”) y el obispo Timoteo de Anhialo (Ankila). Es difícil aceptar que todos estos jerarcas, que aceptaron sus cátedras episcopales desde la primera época cristiana por sucesión apostólica, se hayan apartado por completo y al mismo tiempo de la correcta enseñanza de Cristo.
Más bien, estaban fuertemente apegados a la antigua religión anterior al Credo de Nicea y reaccionaron fuertemente a las innovaciones realizadas en ese momento, así como a los intentos de establecer la supremacía papal en el Concilio de Serdica. La perspectiva de las decisiones de Philippopolis se basó en el orden canónico establecido por el Concilio Ecuménico de Nicea y el Concilio local de Antioquía, mientras que las decisiones de Serdica están en la perspectiva de la obligación del obispo de defender la fe pura de Nicea.