Gracias a su flexibilidad, durabilidad y asequibilidad, el plástico ha entrado en casi todos los aspectos de nuestras vidas.
Cuando el plástico se descompone, produce partículas micro y nanoplásticas (MNP) que pueden dañar la vida silvestre, el medio ambiente y a nosotros mismos. Se han encontrado MNP en la sangre, los pulmones y la placenta, y sabemos que pueden ingresar a nuestro cuerpo a través de los alimentos y los líquidos que consumimos.
Un nuevo estudio realizado por un equipo de investigadores de Austria, EE. UU., Hungría y los Países Bajos encontró que los MNP pueden llegar al cerebro varias horas después de haber sido ingeridos, posiblemente gracias a la forma en que otros químicos se adhieren a su superficie.
No solo es preocupante la velocidad, sino que la posibilidad misma de que diminutos polímeros se deslicen en nuestro sistema nervioso plantea serias preocupaciones.
“En el cerebro, las partículas de plástico pueden aumentar el riesgo de inflamación, trastornos neurológicos o incluso enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson”, dice el coautor del estudio, el patólogo Lucas Köner de la Universidad de Medicina de Viena en Austria.
En el estudio, se encontraron pequeños fragmentos de MNP administrados por vía oral a ratones en sus cerebros en solo dos horas. Pero, ¿cómo cruzan las MNP la barrera hematoencefálica que se supone que mantiene el cerebro a salvo?
Como un sistema de vasos sanguíneos y tejidos superficiales estrechamente empaquetados, la barrera hematoencefálica ayuda a proteger nuestro cerebro de amenazas potenciales bloqueando el paso de toxinas y otras sustancias no deseadas mientras permite el paso de sustancias más beneficiosas. Es lógico que las partículas de plástico se consideren un material que debe mantenerse completamente alejado del tejido cerebral sensible.
“Usando modelos informáticos, descubrimos que cierta estructura superficial (una corona biomolecular) es crucial para el paso de partículas de plástico al cerebro”, explica Oldamur Holochki, químico de nanoplásticos de la Universidad de Debrecen en Hungría.
Para probar si las partículas podían entrar en el cerebro, se etiquetaron con marcadores fluorescentes MNP de poliestireno (un plástico común utilizado en los envases de alimentos) en tres tamaños (9.5, 1.14 y 0.293 micrómetros) y se pretrataron en una mezcla similar al líquido digestivo antes de alimentarlos. a los ratones
“Para nuestra sorpresa, encontramos señales específicas de fluorescencia verde de tamaño nanométrico en el tejido cerebral de ratones expuestos a MNP después de solo dos horas”, escribieron los investigadores en su artículo publicado.
"Solo las partículas con un tamaño de 0.293 micrómetros pudieron ser absorbidas por el tracto gastrointestinal y penetrar la barrera hematoencefálica".
La forma en que estos pequeños plásticos recubiertos cruzan las barreras celulares en el cuerpo es compleja y depende de factores como el tamaño de las partículas, la carga y el tipo de celda, escribe vesti.bg.
Las partículas de plástico más pequeñas tienen una mayor relación área superficial/volumen, lo que las hace más reactivas y potencialmente más peligrosas que los microplásticos más grandes. Se cree que esta reactividad permite que las pequeñas piezas de plástico reúnan otras moléculas a su alrededor, abrazándolas fuertemente con fuerzas moleculares para formar una capa permanente llamada corona.
Los investigadores crearon un modelo informático de la barrera hematoencefálica a partir de una membrana lipídica doble, formada por un fosfolípido que se encuentra en el cuerpo humano, para estudiar cómo las partículas pueden atravesar una barrera neurológica tan importante.
Se utilizaron cuatro modelos de plástico diferentes para investigar el papel de la corona de partículas de plástico. Las simulaciones mostraron que las partículas con una corona de proteínas no pueden entrar en la barrera. Sin embargo, aquellos con corona de colesterol pueden pasar, incluso si no pueden penetrar más profundamente en el tejido cerebral.
Los resultados plantean la posibilidad de que el plástico se transporte a través de la membrana y al tejido cerebral utilizando el cóctel molecular adecuado. Conocer los mecanismos subyacentes es un primer paso importante para controlar sus efectos nocivos.
Es importante tener en cuenta que los resultados se basan en ratones y simulaciones por computadora, por lo que no está claro si el mismo comportamiento ocurre en humanos. Tampoco está claro cuántas partículas de plástico se necesitan para causar daños. Aún así, el conocimiento de que es posible que las partículas de plástico recubiertas rompan la barrera hematoencefálica en un período tan corto hace avanzar la investigación en el campo, según los autores.
“Para minimizar el daño potencial de las partículas microplásticas y nanoplásticas para los humanos y el medio ambiente, es crucial limitar la exposición y limitar su uso mientras se llevan a cabo más investigaciones sobre los efectos de los MNP”, dice Kenner.
Foto de Polina Tankilevitch: