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Miércoles, Mayo 8, 2024
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Si las mujeres paran, todo se para

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julia romero
julia romero
Por Julia Romero, autora y experta en Violencia de Género. Julia Es también profesora de Contabilidad y Banca y funcionaria pública. Ha obtenido primeros premios en diversos certámenes de poesía, ha escrito obras de teatro, colabora con Radio 8 y es presidenta de la Asociación Contra la Violencia de Género Ni Ilunga. Autor del libro "Zorra" y "Casas Blancas, un legado común".

Islandia es un modelo de democracia capitalista: encabeza el índice de igualdad de género, representación política, acceso a la educación y al trabajo, igualdad de permisos familiares y guarderías, que garantizan una rápida reintegración al trabajo y al estudio después de la maternidad. El 80% de las mujeres trabajan fuera del hogar, representan el 65% de los estudiantes universitarios y el 41% de los miembros del Parlamento.

Pero no siempre fue así. Aunque el voto femenino en Islandia se logró en 1915, el progreso deseado no se produjo y las mujeres siguieron cobrando hasta un 40% menos que los hombres y su representación parlamentaria no superaba el 5%.

Pero llegó 1975. Ese año fue declarado por la ONU, Año Internacional de la Mujer, y esto contribuyó a que las mujeres hicieran evidente su fuerza a través de una huelga casi total de las islandesas en todas las zonas del país. Fue idea de un grupo de mujeres feministas islandesas llamado Red Stockings quienes se propusieron desafiar a todo un país, demostrando que las mujeres son esenciales para que un país se mueva y avance.

Se consideró que ese día un “huelga de mujeres”, con el fin de visibilizar su papel en la sociedad, especialmente en el trabajo doméstico no remunerado y exigir una mayor representación política.

Es cierto que en aquella época en Islandia no había huelga ni proceso de movilización, por lo que se promovió como un “día de los asuntos propios”, con el fin de garantizar la ausencia de las mujeres, pero sin poner en riesgo sus puestos de trabajo. Junto a esta masiva solicitud de día libre, se utilizaron todo tipo de licencias permitidas en el ámbito laboral. Se promovió el cese de todas las tareas domésticas no remuneradas, incluido el cuidado de los niños.

El 90% de los islandeses apoyó la medida. Una huelga sin serlo, pero sin acudir a sus puestos de trabajo ni realizar acción alguna que no fuera reconocida y remunerada como tal. La mujer dejó de hacer absolutamente todo.

El impacto económico fue notable: los periódicos no se imprimieron porque las tipógrafas eran mujeres, el servicio telefónico no funcionó, se cancelaron vuelos porque las azafatas no se presentaron, las escuelas no funcionaron y las fábricas de pescado cerraron porque su fuerza laboral era casi exclusivamente femenina. Se pararon bancos, transportes, guarderías, cajeros, dependientes,…Y todos se concentraron en la calle. En Reykjavík, la capital del país, se reunieron unas 25,000 personas.

Los hombres tuvieron que cuidar de los niños. Muchas no pudieron solicitar el día libre porque las mujeres ya lo habían hecho y su trabajo era necesario. Tampoco podían descuidar a sus hijos ni preocuparse por la comida. Las oficinas se llenaron de niños y los restaurantes aumentaron notablemente su facturación.

El impacto político fue muy importante. En 1976, el Parlamento islandés aprobó una ley que garantizaba la igualdad de derechos para hombres y mujeres, aunque esto no daría lugar a mejores empleos ni a una compensación salarial para las mujeres. Cuatro años más tarde, la primera mujer presidenta, Vigdis Finnbogadottir, sería elegida por un pequeño margen. Se fundó un partido de mujeres, la Alianza de Mujeres, que en 1983 obtuvo sus primeros escaños en el parlamento. Dos décadas más tarde, en el año 2000, se introdujo la licencia de paternidad remunerada para los hombres. En 2010, Islandia eligió a una mujer, Johanna Sigudardottir, como primera ministra, por primera vez en la historia. También fue la primera líder abiertamente gay del mundo. Ese año, como una de las primeras políticas de su gobierno, se prohibieron los clubes de striptease. Y aunque persisten algunos problemas, especialmente en el ámbito laboral, la lucha por la igualdad continúa de la misma manera.

"Fue un primer paso para la emancipación de la mujer.”, según afirmó años después la expresidenta Vigdis Finnbogadottir en una entrevista que concedió a la BBC. Fue un gran impulso en la igualdad de las mujeres en el país. Ese día cambió por completo la forma de pensar de los islandeses y se puso en valor el papel de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad.

Los hombres se dieron cuenta del valor que tenían las mujeres en la sociedad y, lejos de enfadarse o incluso molestarse con las islandesas, dieron un paso más y se sumaron al deseo de conseguir una organización social más justa donde todos fueran iguales.

Ese ejemplo ayudó a que otros grupos de mujeres quisieran imitarlo y, así, en Polonia en 2016, las mujeres se ausentaron del trabajo y organizaron una marcha masiva contra el decreto reaccionario que pretendía prohibir el acceso al derecho al aborto en todos los casos. Pero esta huelga no tuvo el impacto económico que logró su predecesora; aunque sí lo consiguieron en el ámbito político con la retirada de la Ley. Argentina también intentaría un cambio en su estructura social, acercándola a las mujeres mediante una huelga similar, pero lo cierto es que el resultado no fue tan contundente como en Islandia.

En Estados Unidos también se convocó en 2017 un “día sin mujeres”, que incluyó una gran movilización frente a la Trump Tower del presidente Donald Trump en Nueva York.

El “viernes islandés” mostró el poder de las protestas de las mujeres para hacer visible su lugar económico dentro y fuera del hogar. Pero la persistencia de la brecha salarial también mostró un límite a la demanda de “igualdad” sin cuestionar el sistema en general. De hecho, el capitalismo islandés supo integrar y “gradualizar” la demanda hasta tal punto que hoy, 40 años después, las mujeres siguen movilizándose por el mismo motivo.

El plano más desigual sigue siendo el económico: se mantiene la brecha salarial del 14%. Y la persistencia de la movilización femenina es una prueba de que incluso en esos pequeños paraísos igualitarios (Islandia apenas tiene 330,000 habitantes) que posee el capitalismo en un mundo ferozmente desigual, la lucha contra la opresión y la discriminación está vigente. Las mujeres volvieron a movilizarse año tras año para exigir la igualdad por la que habían dado una patada a la junta aquel viernes de 1975.

Ahora esta jornada de huelga se celebra cada diez años.

Es cierto que una huelga no genera un cambio cultural o político de inmediato, como ocurrió en Islandia, pero al menos logra atraer la atención del mundo para presentar sus problemas, porque la visibilidad de estos demuestra que es uno de los Principales victorias de una huelga.

El día de huelga en Islandia Se repitió cada diez años.

publicado originalmente en La DamadeElche.com

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