Por San Anastasio del Sinaí, escritor eclesiástico, también conocido como Anastasio III, metropolitano de Nicea, vivió en el siglo VIII.
Pregunta 16: Cuando el apóstol dice que las autoridades de este mundo son establecidas por Dios, ¿significa esto que cada gobernante, rey y obispo es levantado por Dios?
Respuesta: De lo que Dios dijo en la Ley: “Y os daré pastores en vuestros corazones” (Jer. 3: 15), está claro que aquellos príncipes y reyes que son dignos de este honor son designados por Dios; mientras que los que no son dignos, son puestos sobre los indignos según su indignidad, con el permiso o la voluntad de Dios. Escuche algunas historias sobre esto.
Cuando el tirano Focas se convirtió en rey y comenzó a realizar el derramamiento de sangre a través del verdugo Vosonio, un monje de Constantinopla, que era un hombre santo y tenía gran coraje ante Dios, se volvió hacia Él con sencillez y le dijo: “Señor, ¿por qué hiciste ¿Él rey?”. Y después de haber repetido esto por muchos días, vino una respuesta de Dios que decía: “Porque no he encontrado uno peor”.
Había otra ciudad muy pecadora alrededor de Tebaida, en la que sucedieron muchas cosas viles e indecentes. En esta ciudad, un habitante muy depravado de repente cayó en algún falso amor, fue, se cortó el pelo y se vistió con un hábito monástico, pero no dejó de cometer sus malas acciones. Sucedió, pues, que murió el obispo de aquella ciudad. Un ángel del Señor se apareció a un santo y le dijo: “Ve y prepara la ciudad para que elijan obispo a uno que venga de los laicos”. El santo varón fue e hizo lo que se le ordenó. Y tan pronto como fue ordenado aquel que provenía del rango de laicos, es decir, el mismo laico que hemos mencionado, en la mente (del nuevo obispo) surgieron sueños y altivez. Entonces se le apareció un ángel del Señor y le dijo: “¿Por qué tienes tan alta estima de ti mismo, desgraciado? No llegaste a ser obispo porque fueras digno del sacerdocio, sino porque esta ciudad es digna de tal obispo”.
Por tanto, si veis algún rey, jefe u obispo indigno y malvado, no os sorprendáis ni echéis en cara la providencia de Dios, sino aprended y creed que por nuestros pecados somos entregados a tales tiranos. Pero aun así no nos alejamos de los males.
Fuente: Φιλοκαλία τῶν Νηπτικῶν καί Ἀσκητῶν (Ἀναστάσιος ὁ Σιναΐτης), τόμ. 13Β, Ε.Π.Ε., ἐκδ. “Γρηγοριος ὁ Παλαμᾶς”, Salónica 1998, σ. 225 ἑξ.