Por Robin Gomes
El Papa Francisco invitó el sábado a los cristianos a agradecer y alabar a Dios por el bien que ha hecho en nuestra vida tal como lo hizo la Virgen en el Magníficat, que se convirtió en fuente de su alegría.
El Papa Francisco hizo la exhortación en el rezo del “Ángelus” del mediodía en la Plaza de San Pedro de Roma, el día que la Iglesia celebra la Solemnidad de la Asunción de María al cielo.
El dogma de fe que proclamó el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 afirma que la Virgen María “habiendo cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. El Papa Francisco dijo que la Asunción resplandece “como signo de esperanza segura y de consuelo para el Pueblo de Dios durante su peregrinaje en la tierra”, como lo expresa el Concilio Vaticano II.
Asunción: con Dios nada se pierde
Dirigiéndose a una multitud festiva desde la ventana de su estudio con vista a la plaza, el Papa dijo en la Asunción de María al cielo, celebramos una conquista infinitamente mayor que el “paso gigante para la humanidad” cuando el hombre pisó la luna por primera vez. Cuando la humilde Virgen de Nazaret pisó el paraíso en cuerpo y espíritu, dijo, fue “el gran salto adelante para la humanidad”.
Esto, dijo el Papa, nos da la esperanza de que “somos preciosos, destinados a resucitar”. “Dios no permite que nuestros cuerpos se desvanezcan en la nada. ¡Con Dios, nada se pierde!”
La humildad de María magnifica la bondad de Dios
El consejo de María para nosotros, dijo el Santo Padre, está en su canto, el “Magnificat” – “Mi alma engrandece al Señor”. “María 'engrandece' al Señor: no problemas, que en su momento no le faltaron”, explicó el Papa. Ella no se permite ser “abrumada por las dificultades y absorbida por los miedos”. Más bien, pone a Dios como la primera grandeza de la vida, que se convierte en la fuente de su Magníficat. Su alegría nace “no de la ausencia de problemas, que tarde o temprano llegan, sino de la presencia de Dios”, porque Él es grande y mira a los pequeños. “Nosotros”, subrayó el Papa, “somos la debilidad de su amor”.
María, prosiguió el Papa, reconoce que es pequeña y exalta las “grandes cosas” que el Señor ha hecho por ella. Ella está agradecida por el don de la vida, es virgen pero queda embarazada, y también Isabel, que era anciana, está esperando un hijo. El Papa dijo, “el Señor hace maravillas con los que son humildes…, que dan un amplio espacio a Dios en su vida”, por lo que María alaba a Dios.
Olvidar lo bueno encoge el corazón
El Papa Francisco invitó así a todos a preguntarnos si nosotros, como María, alabamos y agradecemos a Dios por las cosas buenas que hace por nosotros, por su amor, perdón, ternura y por darnos a su Madre y a nuestros hermanos y hermanas.
“Si nos olvidamos del bien”, advirtió el Papa, “el corazón se encoge”. “Pero si, como María, nos acordamos de las grandes cosas que hace el Señor, si al menos una vez al día lo “magnificamos”, entonces daríamos un gran paso adelante”, concluyó el Papa, y agregó: expande y nuestra alegría aumentará.
