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Sábado, abril 27, 2024
Selección del editorHacia un mundo justo y equitativo para todos

Hacia un mundo justo y equitativo para todos

Por Leonid Sevastianov - Presidente de la Unión Mundial de Viejos Creyentes y Director Ejecutivo de la Fundación St. Gregory

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Por Leonid Sevastianov - Presidente de la Unión Mundial de Viejos Creyentes y Director Ejecutivo de la Fundación St. Gregory

En la historia de las guerras del último milenio, la plataforma principal de los conflictos fue Europa. Pero, gracias a decisiones extraordinarias adoptadas después de la segunda guerra mundial (por ejemplo, en lugar de continuar la confrontación, Alemania y Francia crearon una estructura de relaciones mutuamente beneficiosas: la Unión Europea), la idea de un nuevo conflicto bélico fue prácticamente excluida de las relaciones entre los oponentes históricos. Lamentablemente, algunas instituciones creadas en la segunda mitad del siglo pasado han demostrado ser menos eficaces. Naciones Unidas no ha logrado desde su creación evitar ninguna de las grandes guerras, principalmente debido a la falta de mecanismos para resolver conflictos militares por medios diplomáticos si los miembros del Consejo de Seguridad participan del conflicto. Tampoco se ha podido establecer una institución efectiva de negociación entre miembros del Consejo en conflicto militar.

El mundo necesita una nueva institución y también una visión diferente de las relaciones entre los países. El mundo necesita estar más unido y ser más justo para todos, donde los adversarios de hoy se conviertan en aliados. En efecto, falta un proyecto que reúna a todos los países del mundo en una causa común.

En el mundo moderno, sólo hay un centro absolutamente neutral y "equidistante" que puede crear las condiciones para el diálogo entre los países en conflicto. Se trata del papa Francisco, quien en el proceso de negociación mundial ofrece una esperanza real de que es posible salir del conflicto en Ucrania hacia una nueva realidad creativa. Francisco, por un lado, es irreconciliable con los males de la guerra; por otro, mantiene su neutralidad política con todas las partes en el conflicto, y esto crea una nueva base para el diálogo de civilizaciones.

El Papa actúa como un árbitro capaz de moderar en la búsqueda de un mundo justo y de una fórmula de paz que satisfaga a todos, ofreciendo el Vaticano como una plataforma para los procesos de negociación de las partes en conflicto. Aquí es importante enfatizar que el Vaticano es un Estado neutral, el Papa es su jefe, y en su servicio a la construcción de la paz, puede elevarse por encima del marco confesional del catolicismo, presentando al Vaticano no como la "capital de la Iglesia", sino como una plataforma internacional para el diálogo entre países de diferentes tradiciones y culturas. Puedo imaginar la presencia en el Vaticano de representantes ortodoxos, musulmanes, judíos, budistas y confucianos, incluso ateos, donde el Papa actúa como moderador.

En este contexto, el Vaticano es la pieza clave en el rompecabezas del sistema de relaciones internacionales, el sujeto del derecho que es capaz de reiniciar las actividades de la ONU, haciéndolas viables y efectivas. Está llamado a convertirse en una institución en la que las negociaciones sobre la paz entre los miembros del Consejo de seguridad sean efectivas. Para ello, el Vaticano y la figura del Papa se transforman de símbolos de Occidente, es decir, de una parte del gueto occidental, hacia el centro en una escala verdaderamente universal, un símbolo unificador de Oriente, Occidente, Norte y Sur. Las reformas del papa Francisco, a menudo criticadas por los fieles católicos, en realidad indican el camino en esta dirección: salir del gueto occidental hacia la construcción de un mundo único, justo para todos.

Las guerras no desaparecerán mientras dure la historia. Pero una cosa está clara: cuantas menos guerras se produzcan, más cerca estaremos del Reino de los Cielos. Y el papel del Papa y un nuevo Vaticano como la nueva Jerusalén son clave en este proceso.

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